Para comenzar la ruta hemos de desplazarnos hasta Quintanar de la Sierra (provincia de Burgos), por la carretera de Anguiano, rumbo hacia Villavelayo y ya en tierras burgalesas, cruzar Neila, después de un sinfín de curvas y dos horas de trayecto. Ya en Quintanar de la Sierra, cogeremos una pista que nos situará, un cuarto de hora después, en un recodo donde dejaremos los vehículos, dentro del Parque Natural Lagunas Glaciares de Neila.
El paisaje calcáreo es sorprendente, al ver piedras en un tenaz ejercicio de equilibrismo. A poco que uno deje volar la imaginación verá en los crestones rocosos distintas imágenes, ya sea un yunque, un rostro, una almena, un monje. O bien serán los troncos de los árboles los cuales asemejarán rocas con sus cortezas grises.
El paisaje se ofrece como un laberinto bien provisto de oquedades y grietas. Como en un parto a la inversa, nos internaremos en uno de estas mínimas grietas por las que apenas pasa el cuerpo (a la foto me remito).
Una vez dentro de la placenta calcárea procediendo en horizontal se accede al interior de una cueva. Al final de la misma el cielo abierto, y una roca vertical, por la que desplazarse haciendo uso de un par de cadenas hasta su parte inferior, donde disfrutaremos de la contemplación de una bonita poza y veremos, dentro del barranco, el curso del arroyo Palazuelo, en estas fechas septembrinas muy justo de agua.

Y antes de hacer una parada para almorzar, al sol, como niños juguetones nos ofrecemos a la diversión que nos brinda el desplazarse por una pared con la ayuda de unas cadenas, a modo de pasamanos. El único peligro sería irse al agua, al interior de una poza de más de dos metros de profundidad, cuya agua presumo estaría helada. El premio es la contemplación de una poza. Pero la falta de lluvias impide que la estampa se redondee con la presencia de la cascada.
Después vendrá una prolongada y suave ascensión entre escobas, brezos y rayuela de piedras por las faldas del monte Campiña hasta llegar a la cumbre, a 2049 metros. El esfuerzo conlleva su recompensa: abajo, al frente, las lagunas: la laguna Larga y la laguna Negra.
Luego vendrá la bajada entre pinos, ora por un estrecho sendero, señalizado con abundantes hitos, ora campo traviesa, para acceder al bosque y poco después al coche.
En Quintanar de la Sierra la poesía hará acto de presencia en los escalones de una escalera, que a más de uno seguro que lo conducirá al cielo de la niñez.