Enseñoreado el otoño en los caminos velados de hojas, en la algarabía de colores de un febril pintor de la naturaleza. Al caminar absorbes la humedad mientras asciendes hacia la cresta gris al fondo. El corazón desquiciado, el sudor empapando la camiseta. En la cima te rodean los valles, el curso del río Ebro, la central nuclear, los colores singularizando cada árbol. Arrecia el viento haciéndose notar en su invisibilidad. La magnífica vista, el horizonte casi infinito es la justa recompensa al esfuerzo. Abajo la sima hacia la que te encaminas. Contemplas la lluvia en el interior de un castaño.