La curiosidad alienta a Laura en sus pesquisas. Unas cartas le ponen sobre la pista de un amor pretérito entre una misteriosa mujer y un italiano en Trenque Lauquen. Laura contagiará su curiosidad a Chicho que se enamora de la historia de Laura y también de Laura. Crea Laura Citarella un espacio subyugante, una odisea sentimental, la errancia como bandera, la curiosidad como alimento vital. Y en la segunda parte de la historia, ya no son cartas, sino un yacaré, y así sigue el misterio, Chicho buscando a Laura, y Laura buscándose a sí mismo a medida que se desaparece.
Envidias el fluido volar de los buitres, la ligereza de las cabras montesas en la cima, a las jóvenes amazonas vascas que te rebasan; mientras, tú, con tus pesados pies y el corazón tan acelerado, camino de la cumbre. Lo logras. Abajo Durango, el mar al fondo. Pero el viento, la posible lluvia, la concurrencia; todo anima al descenso. ¿Ves el hilo de tierra pegada a la roca? El magro camino que te abocará luego al bosque. Manzanas, nueces, castañas entre la tierra húmeda. Observas cómo en la tapia, sin tierra, brotan las margaritas. Siempre logra la vida abrirse paso.