Cuando ves Vértigo, película precursora,
no imaginas que en un momento determinado, frente a un tocón, el insignificante
tiempo humano quedará tan bien reflejado. Ahí se ven bien las marcas de los
distintos siglos, en la madera, en círculos concéntricos. El momento presente
sería ahí una línea apenas imperceptible, tanto como encontrar un par de
náufragos a la deriva en el océano, sin derrota, y sin victoria alguna. Y cuando veas
la yema recorrer la madera será cuando sentirás el vértigo de vivir, la consciencia
de la finitud, cuando el miedo tocará a rebato, no para protegerla, sino para
ultimarla.