Pareja fascinación a la experimentada por Goethe al visitar el Palacio del príncipe Gravina, he sentido al leer el espléndido ensayo de Giovanni Macchia sobre el conocido como El príncipe de Palagonia, cuyo palacio sorprendía a sus visitantes a finales del XVIII, por lo feo y grotesco de sus esculturas. No sabemos bien qué pretendía el príncipe con este palacio y Macchia le echa imaginación para crear un diálogo entre el príncipe y un patricio veneciano, con quien se confesará. Afloran las obsesiones y delirios del príncipe, también su infinito cansancio. No espera la inmortalidad en absoluto. Pero le será concedida.