Lati (Latifa Drame) es tierra de nadie. Sus padres vinieron de Mali y se afincaron en España, en Barcelona. El padre, músico, murió dos años atrás. Lati respeta a su madre musulmana, pero quiere llevar otra vida y el rap será su punto de fuga, la única bala en la pistola.
Lati maneja el lenguaje y las rimas, pero como le hace ver su entrenadora, Judy, necesita tener algo qué contar si quiere rapear en serio.
Las batallas de freestyle son subirse al ring y utilizar la lengua afilada en lugar de puños. Lati será el blanco de todas las embestidas de los raperos. Querrán crucificarla por ser extranjera, por ser musulmana, por ser negra, por estar gorda, por parecer un chico, por no saber rapear. La pondrán a caldo perejil, pero cuidado con Lati, La Tiniebla, porque si abre la boca se abre la caja de Pandora.
Tengo la sensación de haber visto más un cortometraje que una película, pero me gusta el tono combativo, la palabra como arma. A fin de cuentas la auténtica batalla no la libra Lati encima del ring, sino consigo misma: contra su familia (no ve con buenos ojos que su tío quiera llevarse a su padre para enterrarlo en Mali), su pasado (desconoce la lengua de sus padres), su herencia (la religión).

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