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El filósofo del mar

 


El filósofo de mar es el sueco Sven Yrvind. El documental (disponible en Filmin) registra uno de sus periplos náuticos, llevado a cabo por Sven frisando los ochenta. Sven nació en una casa a cincuenta metros del mar, en el Mar del Norte, cerca de Gotemburgo, y su elemento siempre ha sido el agua, afirma. Su abuelo y su padre fueron marinos. No es raro, por tanto, que a sus ochenta años Sven no deje de pergeñar barcos, que elabora por su propia mano. En el documental vemos los meses previos a la botadura de su pequeño barco, que parece de juguete (menos de seis metros de eslora).  Sven afirma varias veces que un barco más pequeño es más seguro que uno más grande. Una navegación que aquí siempre se hace a vela y que me recuerda lo que en su día escribió Joseph Conrad, en ese fantástico libro que es El espejo del mar. Un periplo lento y costoso, a razón de unos cuatro kilómetros por hora.

En 2020, partiendo de Irlanda, la intención de Sven era llegar a Nueva Zelanda (24000 kilómetros, 14ooo millas y 300 días), pero en las Azores, después de casi ochenta días de navegación, debe poner fin a su expedición. Sven no se desanima, al contrario, y según pone el pie en tierra firme ya está pensando en cómo ha de ser su próximo barco: el Exlex Minor.

No abunda mucho el documental en la vida de Sven, que se me antoja apasionante, pues Sven vivió en los Estados Unidos, en las montañas de Grecia, en la isla habitada más recóndita del mundo: Tristán de Acuña, y en otros muchos lugares. Su vida es pródiga en viajes, en múltiples trabajos, y Sven demuestra que la edad para él no es una traba. En 2023, a sus ochenta y tres años, a bordo de su pequeño barco afirma encontrarse más fuerte que nunca. Así en su segunda expedición entre Irlanda y Nueva Zelanda, también fallida, pasará más de cien días en soledad, pero feliz. Rodeado de agua, cielo y libros.  

 

La filosofía de Sven se plasma al final del documental, cuando le preguntan qué pasará cuando muera. Que habré tenido una vida satisfactoria, afirma. En vida Sven se muestra fiel a sus principios; su filosofía de vida le hace apartarse del mundanal ruido y pasar en su casa mucho tiempo entre libros (más de 10000; cuenta con una de las colecciones privadas de libros náuticos más extensa del mundo), y en su taller, en donde pasa las horas pergeñando sus barcos, dando también algunas conferencias y escribiendo libros con los que obtendrá algo de dinero (en una vida marcada por la austeridad). Cuando Sven tiene una audiencia con los reyes de Suecia no cambiará su vestimenta, no irá con frac, sino con pantalón y camiseta.

Su octogenario y bondadoso rostro presenta la aureola de un santo, aunque hoy la sociedad ultracapitalista lo quiera hacer pasar por un excéntrico, un lunático, un chalado, una especie de estilita que hubiera mudado la columna por una embarcación mínima, de las dimensiones de un féretro flotante. De hecho, Sven va tumbado la mayor parte del día, pues no tiene posibilidad de ir sentado en el interior de la nave, a no ser que lo haga en la superficie de la embarcación, en un espacio mínimo, como se aprecia en la fotografía.

Que Prometeo robase el fuego a los dioses en el Monte Olimpo, como se ve, no fue en balde.

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